sábado, 25 de octubre de 2014

Fin de año en Venezuela, país sin gasolina

Venezuela, diciembre de 2002 y enero de 2003


El fin del año 2002 lo pasé en Venezuela visitando a mi novia Laura. Iba a ser mi segundo viaje a Venezuela tras el primero que había hecho cuando trabajaba en SEMA Group. Hasta la última semana no estuvo claro si la situación política iba a permitir mi viaje, pero tras hablar con Laura quedó claro que no había demasiado riesgo en viajar allí, excepto que podría tener algunos problemas para desplazarme en el 4º productor mundial de petróleo y dónde la gasolina escaseaba.
Cuando llegué a Caracas me encontré con Laura y su madre, que me habían venido a recoger al aeropuerto en autobús. De ahí y previa escala en la estación de Bus de La Bandera, tomamos un autocar a San Cristóbal, cerca de la frontera con Colombia. Fueron 14 horas de viaje en un autocar viejo y con el aire acondicionado tan fuerte que nos obligó a abrigarnos bien.
Unas dos horas antes de llegar, el bus se quedó sin gasolina y tuvimos que esperar un buen rato a que en una gasolinera nos dieran más. Finalmente y tras un maratoniano viaje, llegamos a San Cristóbal dónde conocí al resto de la familia de Laura. Nos quedamos en la casa de su abuela y dónde también viven una de sus tías con su hija.
Allí íbamos a pasar una semana de fin de año tranquila, visitando la ciudad dónde lo más interesante es el Barrio Obrero y también algunos alrededores. Fue bonito ver Peribeca y varios pueblos más aunque muchas de las tiendas estuviesen normalmente cerradas e ir a nadar a una piscina en pleno diciembre. Incluso pude jugar un partido de futbito con gente de allí que por cierto no lo hacían nada mal.


                                                          Laura en Peribeca

En San Cristóbal tuve la suerte de disfrutar de una fiesta de fin de año diferente y calurosa. La familia se reunió en la casa de su abuela. Eramos unos 25 aunque por los problemas del transporte faltaron bastantes tíos y primos de Laura. Yo preparé una sangría y se repartieron pequeños regalos para todos, antes de coger las maletas y salir a la calle, simbolizando el deseo de futuros viajes. Tampoco faltaron los cohetes en la puerta de la casa. Su familia era encantadora y me llevé muy bien con todos, incluido su tío José que se empeño en emborracharme de Whiskey sin conseguirlo.
El fin de semana, nos fuimos en bus hasta San Antonio del Táchira, dónde viven Liceth y Toni, amigos que ya conocía de su visita a Mallorca el verano pasado. De ahí fuimos tanto la noche como el día siguiente a Cúcuta, en Colombia. Fue una visita muy interesante y atractiva, pues Cúcuta resutó ser una ciudad con gran vida nocturna, buenas calles para pasear y comprar ropa y con un agradable parque acuático. Además sus amigos fueron muy simpáticos. Con ellos fuimos a hacer una mini carrera de Karts y a bailar por la noche.

Tras regresar a San Cristóbal y unos días más allí, nos fuimos con los padres de Laura a visitar Mérida, dónde tiene unos tíos y primos. Allí estudiaron y vivieron sus padres bastantes años y también allí nació ella. Fue la ciudad que más me gustó. Tenía una atmósfera diferente, más bohemia y con muchos estudiantes y extranjeros. Las colas de gasolina eran de muchísimas horas y cada vez había menos buses, pero aún así subimos en funicular a las cercanías el Pico Bolívar, visitamos Los Chorros de Milla, zoológico y parque que contiene unas bonitas cascadas, cenamos en la Abadía y estuvimos a punto su padre y yo de volar en parapente. Además disfrutamos de varios conciertos de violín, cuatro y guitarra por su familia de músicos en Mérida.
De Mérida tomamos un bus a Guanare, calurosísima ciudad del Llano dónde viven. El trayecto fue espectacular con grandiosos paisajes entre las montañas.
En Guanare nos íbamos a quedar sólo un par de días. Suficiente para ver la Basílica del Coromoto, pasear por la ciudad y saborear la res del Llano. De ahí, íbamos a viajar a las playas de Chichiriviche vía Valencia, dónde se nos iba a unir la novia de su hermano Javier que también viajó con nosotros y su hijo Anderson.

                                                  En barca a los callos de Chichiriviche

                                            Comida en las calles de Chichiriviche

El viaje fue largo pero valió la pena. Chichiriviche era un pequeño pueblo costero dónde la gente era agradable, había buena comida y un mercadillo con buen ambiente. A la mañana siguiente cogimos una barca para ir a uno de los Callos, paradisíacas islas de arena blanca llenas de palmeras. Ahí pasamos un día de playa y sol que nos ayudó a olvidar la huelga general que había en el país. Desgraciadamente ya no quedaban más días así que vía Valencia, dónde me despedí de Laura, volví a Caracas dónde no me sobró tiempo para llegar al aeropuerto y tomar mi vuelo de vuelta. Ya estaba en el avión cuando vi que me habían cambiado la hora de mi última conexión desde Madrid a Palma. Fue debido a que hacíamos escala para repostar en la Rep. Dominicana. Ahí estuvimos más de una hora y fue cuando la mayoría de venezolanos que iba en el avión se dio cuenta de que con nosotros viajaba un político del Gobierno. Lo cacerolearon de mala manera y las pobres azafatas no sabían como calmar a la gente que pedía que lo bajaran de avión.
Al perder mi última conexión, llegué un poco tarde a Palma, pero eso ya es otra historia.

2 comentarios:

  1. Que gratos recuerdos de esa visita... y cuantas anécdotas de tu parte!! A mi tampoco se me olvida el Gazpacho que nos preparaste!! jejeje
    Creo que en esas navidades Alexis y yo tomamos la decisión de mudarnos a Palma, cosa que se materializó en Junio del 2003....

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  2. Genial. Sí, en ese viaje os conocí a todos!

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