sábado, 9 de enero de 2016

Un crucero a Finlandia

Mar Báltico, noviembre de 1991

A los pocos meses de llegar a Suecia, ya teníamos un buen grupo de amigos entre becarios IAESTE y compañeros de empresa. El trabajo era muy interesante y estaba bien pagado, lo que nos permitía hacer todas las actividades que queríamos. Los nuevos íbamos juntos dos días por semana a las clases de sueco que organizaba IBM en horas de trabajo. 
Alguno de los más veteranos sugirió hacer una escapada de fin de semana a Finlandia en barco. Todos nos apuntamos inmediatamente.



Hay dos compañías que hacen el trayecto Estocolmo-Helsinki. Una es Silja Line y la otra Viking Line. Son barcos que ofrecen un crucero de 24 horas, ida y vuelta a todo lujo. Además, al menos en esa época, en el trayecto se venden las bebidas alcohólicas sin impuestos, algo de lo que la gente abusa.
Yo tuve la suerte de poder ir en diferentes viajes con ambas compañías.

Para el primer viaje, que relato a continuación, uno de nuestros amigos nos dijo un truco para conseguir los billetes a un precio excepcional y un grupo de unos 10 amigos nos fuimos de crucero. La noche fue salvaje como podéis ver en la foto siguiente. Desgraciadamente aún no había hielo en el mar y no pudimos ver como estos barcos cortan el hielo, a veces con los clientes en la sauna viéndolo por la ventana. Entre Estocolmo y Helsinki hay un archipiélago de unas 65.000 islas, el mayor del mundo. Pasar en barco entre ellas es increíble y requiere elegir bien la ruta por la que pasar.

Tomando unas cervezas en el barco

Tras la fiesta, en la que creo que ninguno de nosotros triunfó con las suecas y finlandesas rubias del barco, uno de nuestros amigos, el irlandés Greg, se pegó una hostia en el camarote cayendo desde la litera al suelo y llevándose un morado tremendo en la pierna. Lo bueno es que con el efecto del alcohol no sintió nada. No es de extrañar en alguien que se paseaba en camiseta de manga corta con nieve por las calles de las instalaciones de nuestro trabajo... 



 
Puerto de Helsinki

En Helsinki visitamos el puerto, vimos el mercado de pescado y paseamos por la ciudad viendo varios de los más conocidos monumentos. Básicamente varias iglesias. Es una ciudad que en un día se ve bien. De ahí cogimos un autocar a Turku, la antigua capital del país y dónde se habla Sueco (finés y sueco son ambos idiomas oficiales). Turku nos gustó mucho más que Helsinki. La visita más recordada fue un museo al aire libre de antiguas casas de madera.

Esa noche nos fuimos a cenar de pizzas y a pasar la noche en un Albergue juvenil. Durante la madrugada, mi compañero de piso Marcelo (brasileño), me despertó. El pobre estaba hecho polvo y pedía ayuda. Con dos amigos más salimos a la calle en busca de un centro médico en una ciudad que no conocíamos para nada. No sé como pero rápidamente conseguimos un médico y le pusieron una inyección. Por alguna razón la pizza le había sentado como un tiro. A la mañana siguiente, cuando contamos a los demás nuestra aventura nocturna no se lo creían de tan bien que habían dormido.
Durante el último paseo antes de regresar a Estocolmo, Marcelo y yo vimos un poster anunciando un baile flamenco. No sé porqué pero lo cogimos y nos dio pie a la Broma del curso de Flamenco que haríamos pocas semanas después.

Helsinki



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